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jueves, 19 de julio de 2012

Efecto medicinal de los baños de mar


Llegado el tiempo en que empezamos a forjar planes de viaje, nuestro corazón comienza a añorar el canto de las olas. Su juego, su constante embate contra las rocas inmóviles y su ir y venir espumoso sobre la arena nos resulta inolvidable. A pesar del colosal poder con el que llegan y desaparecen, parecen producir un efecto agradable y tranquilizante sobre nuestros nervios, que hace que no nos cansemos de contemplar su danza, totalmente sosegados.

Por las tardes o por las mañanas se despierta en nosotros la necesidad de movernos y caminar a lo largo de la playa. Mientras otros bañistas permanecen en la cama, nosotros disfrutamos del efecto benefactor de la sana brisa marina, que con su aroma, su sal y su contenido en yodo penetra en nuestro interior y comienza a resolver nuestros antiguos catarros mal curados. La práctica regular de respiraciones profundas durante los paseos por la playa ayuda a eliminar cualquier resto de resfriado invernal. La brisa marina actúa como un verdadero remedio estimulante y depurativo para nuestros órganos respiratorios y glándulas de secreción interna. Es sabido que, especialmente, la glándula tiroides reacciona de forma intensa, no solo a la brisa marina, sino también al agua de mar y a las algas, debido principalmente a su contenido en yodo. Quienes padezcan una intensa enfermedad de Basedow u otras formas de hipertiroidismo deben dosificar con cuidado las aplicaciones de estos productos marinos. Quienes perciban palpitaciones de su corazón o que se les acelera el pulso al entrar en contacto con la brisa marina o al tomar baños de mar deberían reducir al máximo sus estancias en la playa. Con el paso del tiempo, el organismo se irá acostumbrando a estos potentes estímulos y se podrá aumentar el tiempo de permanencia (algunas horas) en la playa. Cuantos más trastornos vayan desapareciendo, más se podrá alargar el tiempo de permanencia diario en la playa. Si nos comportamos de forma razonable, podremos alcanzar pronto resultados positivos para la salud.

Baño de mar

Los baños de mar nos influyen de diversos modos. El agua salada atrae agua del cuerpo por efecto osmótico. La consecuencia de esto es que aquellas personas que retienen agua en sus piernas se encuentran mejor tras un baño en el mar. En este aspecto, los baños de mar son como envolturas con sal marina. Quienes tienden a padecer obesidad suelen perder peso cuando toman baños de mar, aunque su alimentación siga siendo la misma. La desintegración de la grasa sobrante se debe a que el mar estimula la actividad de la tiroides y las glándulas germinales e impulsa todo el metabolismo celular. Esta circunstancia también presta un buen servicio al mantenimiento de una línea esbelta. Los baños y el aire que se respira junto al mar actúan beneficiosamente sobre los trastornos circulatorios. Lo mismo podemos decir de las personas diabéticas, sobre todo si nadan mucho o realizan paseos por la playa o por las dunas. Cuando amenaza con sus temibles peligros la enfermedad de los ejecutivos, éstos no deberían dudar un momento en combatirla con una cura a base de baños de mar, ya que no existe apenas un mejor remedio que éste. En estos casos, hay que romper toda conexión con el trabajo profesional, incluyendo el teléfono en la habitación del lugar de vacaciones. Es imprescindible, mientras dura la cura de baños de mar, evitar todo contacto con influencias nocivas, para poder aprovechar bien todas las ventajas que nos ofrecen estos baños.
Una regla válida para todo el mundo, si queremos obtener buenos resultados, es acostarse temprano mientras dura la cura. Hay que evitar cualquier tipo de vida nocturna para aprovechar bien las primeras horas de la mañana, pues tras una noche tranquila y acogedora será más fácil despertarse y realizar totalmente fresco el paseo matinal por la playa. Esta actividad nos va a mejorar el apetito y a hacer gozar del desayuno, sobre todo cuando se compone de un muesli de frutas, pan con miel y una taza de Bambú (sucedáneo saludable del café).
Quienes sepan distribuir bien su tiempo de vacaciones junto al mar conseguirán el mismo buen efecto que aquellos que las pasan en la montaña. Si proporcionamos al cuerpo aquello que necesita conseguiremos el éxito deseado en ambos lugares. Estar tumbado perezosamente al sol no nos va a ayudar precisamente. Es necesario moverse libremente en un aire que no esté enrarecido, hacer a menudo respiraciones profundas y procurar un buen descanso nocturno. Si, además, ponemos especial cuidado en adoptar una alimentación sana conseguiremos recuperarnos, reforzarnos y estar mejor capacitados para adoptar las obligaciones de la vida diaria que nos esperan tras el periodo vacacional.

Fragmento extraído de "El pequeño Doctor", pág 544

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